Las enseñanzas druídicas

domingo, 7 de marzo de 2010

DRUIDAS: DEL MITO AL HOMBRE (I)

LOS DRUIDAS EN LAS FUENTES CLÁSICAS

Para entender a los druidas tal vez haya que entender primeramente el contexto en que vivieron y se desarrollaron, es decir, la cultura celta. Los celtas eran un pueblo foráneo al ámbito geográfico que actualmente conocemos como Europa, y que se adentran en el continente hacia el siglo V a.C.
Esto queda constatado tanto por los textos de los autores clásicos griegos y romanos, como por los descubrimientos arqueológicos, los primeros por hablarnos de este pueblo de origen indoeuropeo, y los segundos por hallar las primeras manifestaciones de una nueva civilización de la Edad del Hierro de la Europa templada, que se corresponde con bastante exactitud con los territorios donde las fuentes históricas clásicas sitúan pueblos célticos.
Eran un pueblo predominantemente guerrero que incluso «en 279 llegaron a amenazar el santuario de Apolo en Delfos». Un pueblo que haga temer a las brillantes y poderosas culturas grecolatinas debe tener sin lugar a dudas un increíble coraje guerrero. Así nos lo hacen saber autores como Diodoro de Sicilia o Estrabón, pues, según dice este último, «toda la nación [...] es aguerrida hasta la locura». Sin embargo, esto puede traernos la equívoca visión de un pueblo bárbaro sin más, regido aún por la ley del más fuerte. No es así. «Tenemos pruebas de su sentido de la responsabilidad individual y de sus deberes en un sistema social rígidamente definido». Como todos los pueblos de origen indoeuropeo, los celtas han demostrado tener no sólo un rígido sistema social, sino también una excelente visión y concepto de las tareas sociales. César, quien conoció directamente a los celtas de la Galia libre, define el sistema social de los celtas continentales según un modelo de sociedad tripartita, que él mismo nos da con los siguientes nombres: equites (caballeros), druis (sacerdotes) y plebs (plebe). Salvo el nombre de druis, los otros dos están claramente latinizados, evidentemente para pretender ser entendido por sus conciudadanos. Pero, ¿por qué mantener el nombre de druis? A mi juicio, se debe al enorme prestigio y respeto que la casta sacerdotal tenía entre el pueblo céltico, y a que llamaron poderosamente la atención de César, debido al poder e inteligencia que demostraron poseer. Todos los autores clásicos coinciden sin embargo en señalar a la sociedad celta según un modelo
tripartito:Esta sociedad tripartita recuerda enormemente a la sociedad tripartita medieval de los pugnatores, oratores y laboratores. Guerra, religión y trabajo. Todo parece aún regirse por estos tres pilares ancestrales.
La palabra druida deriva del vocablo griego «drus». La definición más antigua del nombre nos viene dada por Plinio, que nos dice que los druidas toman su nombre de la encina «de la cual recogen el muérdago, y comen las bellotas para adquirir sus facultades adivinatorias». Sin embargo, diversos estudiosos han llegado a otra definición tal vez más precisa. Relacionan drúi con súi, que significa «sabio»; su (=bien) o dru (=fuerte), junto a la raíz verbal uid (=saber), entran en la composición de nombres sacerdotales en las lenguas bálticas, germanas y eslavas. Según esto, los druidas serían algo así como «los muy prudentes» o «los muy sabios», y no «los hombres de la encina», como apuntaba Plinio.
Según mencionan algunos autores, parece ser que en Irlanda, al igual que debía ocurrir en el continente, la clase sacerdotal —druidas, adivinos, sacrificadores y bardos— ocupaba el más alto rango de la escala social, pero sólo en los tiempos paganos. Powell nos señala también que, en estos tiempos paganos, había un rey que cumplía, entre otras cosas, funciones rituales. ¿Cómo se entiende que haya una clase sacerdotal que ocupe el más alto rango de la escala social, y al mismo tiempo haya un rey, de familia noble, cuyas funciones rituales tengan «tanta importancia como las ejecutivas en el Consejo, o en el campo de batalla»? Para resolver esta paradoja vi como posible solución la que presenta Frazer al hablarnos del rey del bosque de Nemi, sacerdote y guerrero al mismo tiempo. Con ello nos estamos refiriendo a lo que se ha dado en llamar reyes sacerdotales.
La solución parece bastante sencilla en un principio, si atendemos a la siguiente premisa sobre los reyes celtas: el rey era sacerdote al mismo tiempo, ya que tenía funciones rituales y en el campo de batalla al mismo tiempo. Esto nos podría llevar a pensar que fuese la clase sacerdotal la primera, más aún si tenemos en cuenta el enorme respeto que sentían los celtas hacia los druidas y los dioses.
Sin embargo, no podemos concluir así sin más que eran los druidas los gobernantes. Hay un hecho interesante que nos viene recogido por César, y es que en Galia las principales tribus galas estaban gobernadas por la aristocracia, por los llamados vergobret, o «jefes magistrados». ¿A qué se debe esto? Mientras que César apunta al incremento de las clientelas, otros autores actuales piensan que es debido a la influencia que estas tribus pudieron sufrir por el contacto con la romanizada parte sur de Galia, llamada Provincia Narbonensis, teniendo en cuenta que esas tribus principales a las que se refiere César son los Arvernos, los Helvecios y los Éduos. Podemos pensar que ocurriría así en las demás tribus galas, pero el hecho de que César tan sólo se refiera a las más importantes es debido a que eran estas las que más le preocupaban, por ser las más poderosas y por estar más cerca de la Provincia Narbonensis.

sábado, 6 de marzo de 2010

DRUIDAS: DEL MITO AL HOMBRE (INTRODUCCIÓN)

UN TEXTO QUE RETOMAR


Corría el año 1996 cuando hice mis primeras investigaciones enfocadas a la cultura celta. Fue gracias a las Primeras Jornadas de Promoción de la Investigación del Estudiante de la Universidad Jaume I de Castellón. Yo ya había decidido en qué quería especializarme, así que mi objetivo era claro: profundizar en la cultura y religiosidad celta a través de la principal figura religiosa, cultural y preservadora de todo cuanto significaba aquella sociedad protohistórica: el druida.

En este blog podréis encontrar esa, mi primera investigación al respecto, a través de varias partes que iré introduciendo poco a poco a medida con el propósito de reestructurarlo de un modo más ameno para todo el mundo.

Para aquellos que deseen leer el texto íntegro tal y como fue concebido, os paso un enlace de mi texto publicado on-line por la Universidad Jaume I de Castellón:


INTRODUCCIÓN


Junto con todas las modas que acarreó consigo el Romanticismo, se hallaba la de una exhaustiva venerabilidad por los seres fantásticos. Dentro de estas tendencias, se gestó una mitificación de las figuras de los ya por sí míticos magos, brujos y hechiceros, y sus equivalentes femeninos, creándose un poso común y casi homogéneo de seres de leyenda, enraizados en la más ancestral superstición folclórica europea. ¿Quién no conoce, por ejemplo, al fabuloso mago Merlín?
Todos estos cuentos y leyendas proceden en gran medida de la herencia primordial del sustrato
céltico; esos magos, brujos y hechiceros de ambos sexos proceden de una sola figura todos ellos, la del sacerdote celta, que genéricamente se denomina bajo el nombre de druida, autoridad espiritual, religiosa e incluso política del mundo celta. Así lo demuestra el anterior ejemplo: Merlín es una derivación del nombre céltico Myrddin, que significa «esmerejón». Todo esto ha hallado en el Viejo Continente un inmejorable caldo de cultivo en el ámbito de la superstición y la leyenda, cosas que también aportaron en gran medida los pueblos indoeuropeos.
¿Por qué nos han llegado como magos, brujos y hechiceros, y no como druidas? Fundamentalmente, porque las leyendas y mitos célticos, que encontraron manifestación escrita sólo en época medieval, poco a poco fueron alterados a conveniencia de la iglesia cristiana para tacharlos de paganos ante los ojos del mundo. Sufrieron un proceso de desacreditación: como que la cultura y el saber, en época medieval, se hallaban fundamentalmente en manos de la iglesia cristiana, y la figura del druida era —desde su punto de vista— eminentemente pagana, no dudaron en quitarle su término identificativo y sustituirlo por otro de un corte más peyorativo, ya sea el de mago, brujo o hechicero.
¿Por qué se mantiene ese misticismo en torno a la figura del druida? Porque somos gentes supersticiosas a las que nos gusta conocer mitos y leyendas; pero, además, porque la iglesia no ha conseguido mitigar siglos y siglos de costumbres y tradiciones. Los grandes avances en el conocimiento del mundo céltico, y las corrientes románticas, contribuyeron enormemente a la aparente recuperación del druidismo. Sin embargo, y como muy bien afirma Powell, «a pesar de las invenciones románticas de los últimos siglos y de las organizaciones druídicas fingidas que han dado que hablar de vez en cuando, no hay ni una continuidad ni en absoluto relación alguna entre estas y los druidas de la Antigüedad». Se ha mitificado en exceso la figura del druida, convirtiéndolo en un personaje con poderes sobrenaturales, conocedor de los enigmas de la magia, capaz de una paz interna inimaginable, e incluso de transformarse en cualquier animal. Eran los guardianes del poder que encerraba la naturaleza y de la propia vida de ésta, y por ello estas corrientes neodruídicas intentan recobrar ese conocimiento olvidado.
El fin de la presente investigación es desmitificar la figura druídica y mostrar su faceta más humana. Para ello, es necesario mostrar el misticismo que creían ver sus propios conciudadanos en ellos, ver su poder a través de sus funciones, y demostrar cómo se aprovecharon de la enorme influencia que consecuentemente podían ejercer sobre su pueblo.

FHIR A BHATA

EL BARQUERO QUE NUNCA REGRESA

Seguimos haciendo repaso de algunas de las más bellas melodías tradicionales celtas, en este caso otra canción en gaélico dedicada a un marinero -un barquero, para más señas-.
La canción original en gaélico, dice así:

'S tric mi sealltainn o'n chnòc a's àirde
Dh'fheuch am faic mi fear a bhàta
An tig thu'n diùigh no'n tig thu màireach
'S mur tig thu idir gur truagh a tà' mi

Sèist:
Fhir a bhata 'sna horo eile
Fhir a bhata 'sna horo eile
Fhir a bhata 'sna horo eile
Mo shòraidh slàn leat 's gach àit an teid thu

Tha mo chridhe-sa briste brùite
'S tric na deóir a ruith o'm shùilean
An tig thu nochd no'm bi mo dhùil riut
No'n dùin mi'n dorus le osna thùrsaich

Gheall mo leannan dhomh gùn dhe'n t-sìoda
Gheall e siod agus breacan rìomhach
Fainn òir anns an fàiginn iomhaigh
Ach 's eagal leam gun dean e di-chuimhn'

Bidh mi tuille gu tùrsach deùrach
Mar eala bhàn 's an déigh a reùbadh
Guileag bàis aic' air lochan feùrach
Is cach uile an déigh a tréigsinn

Se trata de una canción gaélica escocesa de finales del siglo XIX, escrita por Sìne NicFhionnlaigh y dedicada a su prometido, Dòmhnall MacRath, un pescador de Uig (proveniente del antiguo norse "Vik", que significa "bahía"), puerto de la costa oeste de la Isla de Lewis, en las Hébridas Exteriores. Sìne vivía en el pequeño pueblo de Tong (Tunga en gaélico escocés), a unos 6 o 7 kilómetros al nordeste de Stornoway, en la costa este de la Isla de Lewis. Fue precisamente este distanciamiento el que propició este sentimiento de pesar continuo ante la posibilidad de pérdida de su amado en brazos de las furiosas aguas del Océano Atlántico.
Lo que pocos saben, es que ambos se casaron poco después de que Sìne le compusiera esta canción a su amado, y que tuvieron una vida feliz juntos.

La traducción al castellano de esta hermosa canción, sería aproximadamente como sigue:

A menudo oteo desde la cima más alta
Tratando de encontrar al barquero
¿Vendrás esta noche o mañana?
Si no llegas estaré angustiada.

Coro:
Oh, barquero 'sna horo eile
Oh, barquero 'sna horo eile
Oh, barquero 'sna horo eile
Mis deseos mejores irán contigo allá donde quiera que te halles.

Mi corazón está roto, magullado
Las lágrimas corren frecuentemente por mis mejillas,
¿Vendrás esta noche o tendré que seguir esperando
Suspirando resignada mientras cierro la puerta.

Mi amado me prometió un vestido de seda
Me prometió eso y un tartán gris
Y un anillo de oro donde pudiera ver mi reflejo
Pero temo que lo haya olvidado

Seguiré derrumbada y llorosa
Cual un cisne salvaje abatido y herido
Cantando su lamento de muerte desde una barca llena de algas,
Apartada de todos, sola y abandonada.

Y ahora, os dejo con una de las más bellas interpretaciones que se han hecho de esta canción, a manos del grupo escocés Capercaillie, con la fabulosa voz de su cantante, Karen Matheson. Disfrutad: