Las enseñanzas druídicas

sábado, 6 de marzo de 2010

DRUIDAS: DEL MITO AL HOMBRE (INTRODUCCIÓN)

UN TEXTO QUE RETOMAR


Corría el año 1996 cuando hice mis primeras investigaciones enfocadas a la cultura celta. Fue gracias a las Primeras Jornadas de Promoción de la Investigación del Estudiante de la Universidad Jaume I de Castellón. Yo ya había decidido en qué quería especializarme, así que mi objetivo era claro: profundizar en la cultura y religiosidad celta a través de la principal figura religiosa, cultural y preservadora de todo cuanto significaba aquella sociedad protohistórica: el druida.

En este blog podréis encontrar esa, mi primera investigación al respecto, a través de varias partes que iré introduciendo poco a poco a medida con el propósito de reestructurarlo de un modo más ameno para todo el mundo.

Para aquellos que deseen leer el texto íntegro tal y como fue concebido, os paso un enlace de mi texto publicado on-line por la Universidad Jaume I de Castellón:


INTRODUCCIÓN


Junto con todas las modas que acarreó consigo el Romanticismo, se hallaba la de una exhaustiva venerabilidad por los seres fantásticos. Dentro de estas tendencias, se gestó una mitificación de las figuras de los ya por sí míticos magos, brujos y hechiceros, y sus equivalentes femeninos, creándose un poso común y casi homogéneo de seres de leyenda, enraizados en la más ancestral superstición folclórica europea. ¿Quién no conoce, por ejemplo, al fabuloso mago Merlín?
Todos estos cuentos y leyendas proceden en gran medida de la herencia primordial del sustrato
céltico; esos magos, brujos y hechiceros de ambos sexos proceden de una sola figura todos ellos, la del sacerdote celta, que genéricamente se denomina bajo el nombre de druida, autoridad espiritual, religiosa e incluso política del mundo celta. Así lo demuestra el anterior ejemplo: Merlín es una derivación del nombre céltico Myrddin, que significa «esmerejón». Todo esto ha hallado en el Viejo Continente un inmejorable caldo de cultivo en el ámbito de la superstición y la leyenda, cosas que también aportaron en gran medida los pueblos indoeuropeos.
¿Por qué nos han llegado como magos, brujos y hechiceros, y no como druidas? Fundamentalmente, porque las leyendas y mitos célticos, que encontraron manifestación escrita sólo en época medieval, poco a poco fueron alterados a conveniencia de la iglesia cristiana para tacharlos de paganos ante los ojos del mundo. Sufrieron un proceso de desacreditación: como que la cultura y el saber, en época medieval, se hallaban fundamentalmente en manos de la iglesia cristiana, y la figura del druida era —desde su punto de vista— eminentemente pagana, no dudaron en quitarle su término identificativo y sustituirlo por otro de un corte más peyorativo, ya sea el de mago, brujo o hechicero.
¿Por qué se mantiene ese misticismo en torno a la figura del druida? Porque somos gentes supersticiosas a las que nos gusta conocer mitos y leyendas; pero, además, porque la iglesia no ha conseguido mitigar siglos y siglos de costumbres y tradiciones. Los grandes avances en el conocimiento del mundo céltico, y las corrientes románticas, contribuyeron enormemente a la aparente recuperación del druidismo. Sin embargo, y como muy bien afirma Powell, «a pesar de las invenciones románticas de los últimos siglos y de las organizaciones druídicas fingidas que han dado que hablar de vez en cuando, no hay ni una continuidad ni en absoluto relación alguna entre estas y los druidas de la Antigüedad». Se ha mitificado en exceso la figura del druida, convirtiéndolo en un personaje con poderes sobrenaturales, conocedor de los enigmas de la magia, capaz de una paz interna inimaginable, e incluso de transformarse en cualquier animal. Eran los guardianes del poder que encerraba la naturaleza y de la propia vida de ésta, y por ello estas corrientes neodruídicas intentan recobrar ese conocimiento olvidado.
El fin de la presente investigación es desmitificar la figura druídica y mostrar su faceta más humana. Para ello, es necesario mostrar el misticismo que creían ver sus propios conciudadanos en ellos, ver su poder a través de sus funciones, y demostrar cómo se aprovecharon de la enorme influencia que consecuentemente podían ejercer sobre su pueblo.

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